Más de la mitad de españoles confiesa que no ha acudido al especialista para revisar su audición en toda su vida. La detección precoz de la pérdida auditiva es el primer paso para subsanar el problema o mitigar sus efectos, en la medida que el diagnóstico lo permita.

Los expertos coinciden en que la falta de interés por acudir a la consulta de un otorrino está vinculada a la relación directa que se establece entre pérdida auditiva y envejecimiento.  La  falta progresiva de audición se asume como una consecuencia más, inherente al envejecimiento y se evita ponerle remedio, bien por vergüenza o bien porque consideran que  no hay solución posible.

En este punto la labor de pedagogía es esencial. La población debe saber reconocer los síntomas que evidencian una falta de audición antes de que sea demasiado tarde. Asimimo deben conocer qué factores externo pueden causar o empeorar esos síntomas.

Fíjate en tu entorno

Además de reparar en aquellos síntomas propios que evidencian que estamos sufriendo una pérdida auditiva, es necesario fijarse también en los miembros del entorno que nos rodea. Su comportamiento y actitud serán claves para alertarnos de que no escuchan con total claridad.

Entre los síntomas  más comunes de pérdida de audición, aquellos que la población en general puede reconocer facilmente, se encuentran la dificultad para escuchar conversaciones en presencia de grupos o en un contexto de ruido, problemas a la hora de percibir sonidos de animales como pájaros o grillos, incluso voces de niño o de mujer.  La necesidad de que la gente repita lo que acaba de decir es otro de los o la incapacidad para entender el sentido de una conversación, son señales inequívocas de que se tiene un problema.

Síntomas desconocidos

Otra sintomatología menos conocida, no por ser ésta menos frecuente, que apuntan a la pérdida de audición son los zumbidos o pitidos en los oídos, una pérdida de equilibrio que, en casos graves, conduce a un malestar generalizado, con un cuadro de cefaleas y/o náuseas, como en el síndrome de Méniere.

Ante cualquier signo de alerta acude a un otorrino. Pero si nos permites una recomendación, no esperes a notar los efectos de la pérdida auditiva y acude anualmente a revisar tus oídos.