Para conocer la historia de los audífonos, tenemos que remontarnos a los primeros cuernos huecos y secos, que fueron los precursores de lo que después se denominaron “trompetillas”.

Algunos historiadores han encontrado evidencias de este tipo de objetos en las ruinas de la ciudad de Pompeya.

En nuestro país, encontramos evidencias del uso de audífonos. En un libro de medicina escrito por Wolfgang Hoefer en el año 1657, aparece un escrito sobre un instrumento de nombre «sarvatana» fabricado de plata o bronce y que, como se recoge en el documento: «es como un embudo cuya parte mayor se dirige hacia el que habla, mientras la parte menor se introduce en la oreja».

En el siglo XIX aparece en la literatura de la época un instrumento llamado “fonífero” o “bastón acústico”, que llevaba el sonido directamente de la laringe de la persona que hablaba al oído de la persona con dificultad auditiva.

Los primeros intentos para crear un amplificador de tipo telefónico fueron hechos por Alejandro Graham Bell, en 1879, que estaba enamorado de una joven sorda.

Las primeras prótesis eran enormes y engorrosas de utilizar, y no fue hasta la década de los 50 del pasado siglo cuando empezaron a ser más cómodas y manejables. Con el tiempo, los audífonos han mejorado espectacularmente en cuanto a comodidad de uso y calidad del sonido recibido.

Afortunadamente, en los últimos años hemos asistido a toda una revolución, haciendo los audífonos cada vez más pequeños, fiables y perdurables. Además el sonido que transmiten es cada día más natural y agradable.