De sobra es conocida la recomendación de no exponer de forma prolongada a nuestros oídos a música alta. Pero si tomamos las precauciones necesarias ésta puede ser un buen aliado de nuestra salud.

Escuchar música como mínimo media hora al día mejora  la circulación sanguínea. Este efecto, aunque dura pocos segundos es acumulativo si se hace con regularidad, según un estudio del Centro de Cardiología Preventiva de la Universidad de Maryland.

Esta misma investigación concluye que la música activa la segregación de óxido nítrico en el organismo actuando como anticoagulante, además de reducir el colesterol nocivo para la salud.

Escuchar música también favorece el aprendizaje. El ritmo, la melodía y el tono activan distintas zonas del cerebro que ayudan a que dicho proceso sea más ágil. Esta es la conclusión de un estudio publicado por la Nature Reviews Neuroscience  en donde se asegura que los niños que reciben formación musical tienen mayor facilidad para aprender vocabulario y tienen mejor nivel de lectura.  Esta sería la explicación por la que los músicos pueden escuchar una conversación con ruido de fondo con mayor facilidad que una persona sin dicha formación.

Asimismo, si escuchamos cierto tipo de música como rock o pop cuando hacemos ejercicio mejoraremos nuestra resistencia hasta en un 16%, según científicos de la Universidad de Brunel.

La música también influye en el estado anímico de las personas. Tiene una función tranquilizante y reduce la ansiedad. De hecho, en entornos clínicos como en los preoperatorios, salas de radioterapia o de parto se utiliza la música como técnica para calmar al paciente.