La Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, en su artículo 30, reconoce y protege el derecho a la identidad lingüística y cultural, relacionada con la lengua de signos, de las personas sordas.
En nuestro país viven miles de personas sordas que debido a su imposibilidad de comunicarse mediante el lenguaje hablado, han adoptado otras formas de comunicación que hacen uso de los recursos visuales, como es el caso de la lengua de signos. Más que una discapacidad, la sordera puede considerarse como una “minoría lingüística”. Por esto, el valor principal de la cultura sorda es la lengua de signos, considerada la lengua propia de la Comunidad Sorda.
Las relaciones sociales mediante asociaciones de personas sordas o similares también forman parte de esta Cultura Sorda como una manera de relación social y afectiva.
El aplauso silencioso es uno de los gestos más conocidos de la Cultura Sorda. Este tipo de aplauso consiste en agitar las manos en el aire, y la leyenda cuenta que se hizo por primera vez en un concierto de Ludwig van Beethoven. Dado que este compositor era sordo, el público asistente al concierto, decidió darle un aplauso que pudiera ver.
Se podría decir que, en resumen, la Cultura Sorda está compuesta de una serie de recursos y soluciones que las personas sordas han ido creando y perfeccionando en el tiempo para poder disfrutar de una vida más eficiente.
La lingüista argentina Graciela Alisedo (cuyos progenitores son sordos) define la cultura sorda como una endocultura “En el caso de la comunidad sorda, se trata de la creación de la Lengua de Señas como invención de una nueva forma de manifestación de su realidad, transformándola y transformándose con ella. Esto convierte a la endocultura de la comunidad sorda en una expresión sin fronteras, no optativa, relacionada por una lengua común que es la que le da unidad”.