Cuando bajan las temperaturas y el mal tiempo arrecia, en lo primero que pensamos es en ponernos un jersey y taparnos la garganta para evitar un catarro o una gripe en el peor de los casos. Todo este ritual invernal no exime de poner también el foco en nuestros oídos.  Este órgano es extremadamente sensible a los cambios bruscos de temperatura y al aumento de humedad. El resultado: un caldo de cultivo de virus y bacterias que pueden afectar a nuestra salud auditiva si nos pillan con la guardia baja.

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La solución para evitar este tipo de patologías como la otitis media, dolores intensos o descamaciones en el interior de la cavidad auditiva  es proteger los oídos. Unas orejeras o un buen gorro de lana que cubra la zona de las orejas evitarán  que el viento gélido se introduzca en nuestros oídos. Con todo,  la climatología en ciertas zonas de España no desciende de los 12 grados en invierno por lo que con unos tapones apropiados bastará para hacer frente al frio de una forma más discreta.

En esta época del año, debemos también extremar los cuidados de esa zona. No salir a la calle nada más lavarnos la cabeza o no introducir bastoncillos de algodón para limpiar el agua. Una acción que no hace más que favorece a la eliminación del cerumen, que constituye una barrera natural para proteger a nuestros oídos de posibles infecciones.

Debemos de tener en cuenta que muchas de las infecciones que contrae nuestro cuerpo están motivadas por un nivel de defensas bajo, fruto de una alimentación insuficiente. Tener una dieta equilibrada nos ayudará a evitarlas.

En este escenario, es mejor prevenir que curar. Antes de que llegue la temporada de más frío del año acude al especialista para que evalúe el estado de salud de tus oídos para anticipar cualquier daño. Esta visita al especialista es si cabe más importante, en el caso de los niños ya que sus oídos son más sensibles que los de un adulto.